Como adelantaba en otro post, era de cajón que más pronto que tarde tratase este tema.
Si bien ir al Infierno era, como se vio, muy pero que muy mal asunto, el tema del Purgatorio no está del todo mal. Sí es cierto que no se pasa bien, pero se tiene la certeza de que antes o después disfrutaremos de Dios para toda la eternidad.
¿Es obligatorio creer en el Purgatorio?
Si uno se dice católico, y se dice seguidor de la Iglesia Católica Apostólica Romana, la respuesta es clara y rotunda: SÍ. Dice el catecismo que "los que mueren en gracia y amistad de Dios pero no perfectamente purificados, sufren después de su muerte una purificación, para obtener la completa hermosura de su alma".
Ya desde los Concilios de Florencia o Trento se dejó bien claro el tema. Sí, el Purgatorio existe.
Y en eso consiste la estancia en el Purgatorio.
¿En qué consiste el Purgatorio?
Estado transitorio de purificación necesaria para aquellos que, habiendo muerto en gracia de Dios y teniendo segura su salvación, necesitan mayor purificación para llegar a la santidad necesaria para entrar en el cielo. Esta purificación es totalmente distinta al castigo del infierno. Como vemos, igual que vimos en el tema del infierno, se trata de un estado. En este caso, estado transitorio.
Con un ejemplo sencillo se entiende muy bien: vamos a casa de un amigo o familiar, y por el camino nos hemos ensuciado los zapatos. Antes de entrar en la casa, gastaremos unos segundos en limpiar los zapatos en el felpudo, para así entrar presentables en la casa.
Es más o menos eso, salvando las diferencias, claro.
Nadie, si no está limpio y puro, puede entrar en el Cielo. Aquéllos que mueren sin pena para ir al Infierno, algo mal habrán hecho en vida, y en función de ello pasarán más o menos tiempo en el Purgatorio.
¿En qué consiste la pena o sufrimiento del Purgatorio?
Es la llamada "pena de ausencia". La ausencia de la visión beatífica, el vernos privados de Dios cuando sabemos que estaremos con Él.
No es como en el infierno, porque en el Purgatorio tenemos la inequívoca esperanza de que es algo temporal, una especie de parada en el camino hacia el Cielo, antes de llegar a la Eternidad. Por otro lado, las almas que allí van asumen la privación temporal de ver a Dios, comprenden esta purificación temporal, y hay una especie de resignación que alivia el tránsito.
Y, ¿de cuánto tiempo hablamos?
Dependerá de cada uno, del lastre que arrastremos a la hora de nuestra muerte. Lo que sí sabemos es que nadie estará allí más allá del Juicio Final. Para entonces, se acabará el sentido del Purgatorio, y por tanto, su existencia.
Pero determinar en días, meses o años la estancia allí se hace poco menos que imposible.
¿Podemos ayudar a quienes están allí?
Sí, vaya que si podemos. La oración por las almas del purgatorio es esencial. ¿Quién no ha ido a una Misa por el eterno descanso de fulanito? Pues es para eso. Las Misas que se dicen tras la muerte de alguien, las oraciones, novenas, sacrificios,... cualquier ayuda es buena para acelerar su paso al Cielo. Desde aquí, entonces, podemos acortar la estancia en el Purgatorio.
María, la gran esperanza.
María, nuestra Madre, nos ha dejado un precioso regalo para aliviar nuestra posible estancia en el Purgatorio: el escapulario. Que no es otra cosa que el símbolo de la protección de María a sus devotos. Pio XII desarrolló la práctica, relacionada con lo anterior, del privilegio sabatino. Consiste en que si morimos con el escapulario y hemos de ir al Purgatorio, la Virgen acudirá el sábado siguiente a recogernos y llevarnos al Cielo. De ese modo, la estancia máxima sería de 6 días. ¿Dónde hay que firmar?
Para ser merecedores de tal privilegio, basta con cumplir las siguientes condiciones:
1) Usar el escapulario con fidelidad.
2) Observar castidad de acuerdo al estado de vida.
3) Rezo del oficio de la Virgen (oraciones y lecturas en honor a la Virgen) o rezar diariamente 5 décadas del rosario.
No queda ahí la cosa, la Virgen de Fátima también nos prometió que "a todos aquellos que por cinco meses consecutivos, el primer sábado de cada mes se confiesen, reciban la santa Comunión, reciten el Rosario y me hagan compañía durante quince minutos meditando los Misterios con la intención de ofrecerme reparaciones, prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación".
Más facilidades no es posible, ¿verdad?