Google
 

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Guerra y paz. Por ese orden.

Corría el año 1933. Hitler es nombrado canciller general, y sólo un año después se autoproclama Führer. Es el comienzo de una triste historia. Alemania, con un rencor desenterrado por los nazis, desea revisar lo que acontenció en Versalles en 1918. El Tratado que puso fin a la Primera Guerra Mundial empezó ya a ser incumplido casi desde el minuto uno, con un progresivo rearme del ejército alemán. ¿Qué hizo el resto de Europa? Nada, sólo formular deseos de paz. En 1936 Hitler ordena ocupar militarmente la zona de Renania, en la frontera con Francia. ¿Qué hizo Europa ante este desafío nazi? Nada, sólo formular deseos de paz. En ese mismo año, Hitler envía tropas a España, para combatir al lado de Franco en la Guerra Civil Española. ¿Qué hace Europa? Nada, sólo formular deseos de paz. En 1938 Hitler se anexiona Austria, sin intervenir militarmente. ¿Que hizo Europa? Sólo formular deseos de paz. Además, casi al mismo tiempo, Hitler presionó para anexionarse los Sudetes, territorio propiedad de Checoslovaquia. ¿Qué hizo Europa? Firmar un pacto con Hitler para autorizarle a ocupar militarmente tales territorios. Un año después, ya en 1939, Hitler ocupa militarmente el resto de Checoslovaquia. Europa siguió formulando deseos de paz. Hitler firma en agosto un pacto secreto con la URSS (teóricamente aliados anti natura) y el 1 de septiembre invade Polonia, cosa que también hace la URSS unos días después. Ya Europa ya no puede mirar para otro lado, y finalmente le declara la guerra a Alemania.

Hitler fue dando pasos, y fue la inacción europea la que envalentonó a Alemania, que siguió campando a sus anchas, y ganando tiempo para construir un temible ejército. ¿Qué habría pasado si Europa hubiera actuado mucho antes en lugar de darle cancha con tantos deseos de paz? Eso es política ficción, pero los entendidos dicen que Francia y Reino Unido tal vez habrían derrotado a Alemania sin excesivos problemas en 1936 y en 1937. Algo más difícil lo habrían tenido en 1938. Pero al esperar a 1939, la guerra se declaró ante un enemigo mucho más preparado, y por tanto, con más capacidad de prolongar la guerra. Y así tuvimos millones de muertos en una guerra que duró hasta 1945.

Como vemos, el pacifismo en ese caso no sirvió de nada. Con un gobierno totalitario, muchas potencias comerciaron, y propiciaron el crecimiento militar alemán. No lo habrían logrado sin materias adquiridas a otras naciones. Pero en la historia a nadie se le ocurrió culpar a los vendedores de lo que luego hizo Hitler. A nadie se le ocurrió culpar a los Aliados de las muertes de civiles causadas por respuestas a los actos de guerra nazis. Si alguien empezó la guerra fue Alemania. Si alguien fue culpable de la misma y de sus terribles consecuencias, fue Alemania; nunca Suecia por venderle acero (por poner un ejemplo), ni tampoco los Aliados por atacar el territorio alemán.

Llegamos al siglo XXI y parece que la historia se repite. Dejemos a un lado las causas del surgimiento del autoproclamado Estado Islámico, y ciñámonos a los hechos. Este régimen de terror y fanatismo, ha empezado a crecer y a propagar asesinatos allá por donde avanzan. Han conseguido controlar territorio y recursos energéticos con los que financiar su ejército. Su fanatismo se ha convertido también en terrorismo lejos de su zona de actuación, y recientemente rusos y franceses han lamentado víctimas civiles. El Estado Islámico ha declarado la guerra a Occidente. ¿Y qué hace Occidente? Poco, casi nada. De inicio formular deseos de paz. Pero Siria e Irak no lo ven así. Sus ciudadanos huyen, en el mejor de los casos. Surge la crisis de los refugiados. Europa empieza a tener el problema en casa. Atentados. Tímidamente Rusia, Francia y EEUU han respondido militarmente desde el aire, pero otros intereses políticos parece que impiden los necesarios acuerdos para asestar un golpe militar de gran envergadura, que haga desaparecer de la faz de la tierra a estos totalitarios.

Con estos fanáticos, como sucedió con Hitler, no sirve hablar. No tienen palabra. Los deseos de paz no sirven más que para caer en la inacción y promover la auto confianza de los fanáticos para ampliar sus fechorías. Quizás muchos muertos se habrían evitado con una firme oposición militar ante quien deja claro que no parará ante palabrarerías y pacifismos inútiles. Para lograr la paz en Europa, en 1939, hubo que emplear la fuerza. Si queremos paz ahora, lamentablemente sucede lo mismo.

Sin embargo, la izquierda española vuelve a sacar a la calle un pacifismo impropio e inadecuado. Claro que nadie quiere la guerra, pero por encima de eso, todos queremos la paz, al precio que sea. Y si ese precio implica defendernos legítimamente con el uso de la fuerza, es nuestra obligación hacerlo. Nuestros gobiernos tienen la obligación moral de emplear todos los medios para garantizar nuestra paz, aunque sea a costa de enviar aviones y militares a combatir a los fanáticos.

La izquierda española dedica diez minutos para defender a los fanáticos (otra alianza anti natura) por cada minuto destinado a recordar a los muertos del atentado de París. Se equivocan, y dan alas a los terroristas. Buscan culpables en quienes les suministraron armas (tiempo habrá de buscar culpables previos), o en el capitalismo, o en cualquiera antes que en el propio Estado Islámico; cuando los únicos culpables son quienes quieren la guerra por encima de la paz, quienes en su intolerancia quieren imponer un régimen de terror y provocan muerte y desolación.

La izquierda española desoye la enseñanza de la historia y provoca desunión con demagogia barata y palabrería absurda, con claros fines electoralistas. Irresponsable postura, que la historia se encargará de juzgar, y esperemos que también las urnas.