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lunes, 1 de noviembre de 2010

Crisis.

Mucho se ha hablado y escrito sobre la crisis. Sobre sus orígenes. Que si fueron los bancos, que si el capitalismo, que si ... En cierto modo, nuestro modo de vida (el que está instalado, no el que elegimos) tiene sus antecedentes históricos. Siempre, cada "x" años, aparece una crisis, de la que se suele levantar. Yo no soy experto, no sé si el crack de 29 fue peor o mejor, si la crisis del 73 era comparable, o la del 93. Da igual. La que nos toca, es esta.

Lo que me parece sosprendente es el discurso de algunos nostálgicos, que aluden a la muerte del capitalismo, con base en una pretendida resurrección del comunismo. Como si el comunismo no hubiese demostrado ya en el Mundo que no sirve para nada. Bueno sí, sirve para que el que gobierna se enriquezca.

Lo que sí es cierto es que la actitud de los que formamos la sociedad termina haciendo bueno, malo o regular, un sistema económico basado en la libertad. Hablo del capitalismo, claro. Puesto que el comunismo parte de la base de la ausencia de la libertad. Pues a lo que voy: un sistema libre será hecho bueno, o no, por quienes lo formamos. Y aquí es donde radica la gravedad de una crisis. Y tal vez por esta razón, esta crisis pase una factura de complicado pago. Cada vez existen menos valores arraigados en la gente. Cada vez hay menos solidaridad entre nosotros. El egoísmo parece ser aquel quien determina nuestro devenir personal. No pensamos en los otros, nos da igual si el de al lado no triunfa, sobre todo si eso supone que yo sí lo haga.

El Papa Leon XIII ya lo dijo en la Encíclica "Rerum novarum", y ya ha llovido. Sin embargo, si dicha Encíclica tuviese un poquito de aplicación en nuestra sociedad, otro gallo cantaría. Sin duda. Y hace casi 120 años que se publicó. Y a pesar de tanto tiempo, y tanas actualizaciones, seguimos sin prestarle atención. Claro, así nos va.