Y no lo soporto. Me encanta la Semana Santa. Desde pequeño la viví en San Fernando, y ahora en Sevilla. Por un lado la vivo desde mi fe cristiana, pero también la disfruto en la calle, viendo el paso de las cofradías, valiéndome por supuesto de la perspectiva del creyente, pero añadiéndole las innegables connotaciones artísticas que tiene.
Olores, sonidos, todo ayuda.
Pero hay cosas que van cayendo en vulgarismo, en borreguismo si se quiere. Y una de ellas es el tema de los aplausos. Hace trece años comencé a descubrir la Semana Santa sevillana. Entonces era raro lo que hoy es de lo más usual ver y oír: los aplausos. Pasan los años y aún no me he aclarado por qué o a quién aplauden. Aplauden en casi todas las levantás, cuando una banda termina de interpretar una marcha, cuando en medio de una marcha los costaleros introducen variantes en el andar del paso, cuando sale la Cruz de Guía de la iglesia, cuando se asoma el paso por el dintel de las puertas,… Seguro que me dejo más motivos de aplausos.
Estamos ante cofradías que hacen estación de penitencia. Y la hacen los nazarenos y penitentes, costaleros e incluso muchos de los músicos. Y aquí radica la gran perplejidad que me invade: ¿es normal que ante un acto de penitencia se aplauda? Yo cuando he salido de penitente jamás me han aplaudido, pero si lo hiciesen ni lo vería normal, ni me sentiría cómodo.
Y hoy sólo hablo de los aplausos, no estoy hablando de los absolutos atracones de pipas y chucherías mientras se ve pasar la cofradía, como si estuviese en el cine viendo la última de Bruce Willis, ni tampoco hablo de los silbidos de algunos cuando no avanza el transitar de nazarenos previo a cada paso, ni tampoco de las voces que quebrantan el silencio del paso de las hermandades más serios entre incesantes llamadas al silencio. Dejo de lado tantas y tantas cosas que los cofrades, o bien echamos de menos, o bien echamos de más. Hoy sólo hablo de los aplausos.
Y como no quiero ser solamente destructivo, aporto una propuesta. Existen multitud de artículos tipo “el decálogo de la bulla” y cosas por el estilo. Yo propongo que esas “cositas” que todos vemos, se trasladen a un folletito que misteriosamente apareciesen en los millares de programas de mano que todos llevamos para tratar de ubicar las cofradías por las calles de nuestras ciudades. Yo, por cierto aplaudo esta propuesta, aunque sea Semana Santa.
Olores, sonidos, todo ayuda.
Pero hay cosas que van cayendo en vulgarismo, en borreguismo si se quiere. Y una de ellas es el tema de los aplausos. Hace trece años comencé a descubrir la Semana Santa sevillana. Entonces era raro lo que hoy es de lo más usual ver y oír: los aplausos. Pasan los años y aún no me he aclarado por qué o a quién aplauden. Aplauden en casi todas las levantás, cuando una banda termina de interpretar una marcha, cuando en medio de una marcha los costaleros introducen variantes en el andar del paso, cuando sale la Cruz de Guía de la iglesia, cuando se asoma el paso por el dintel de las puertas,… Seguro que me dejo más motivos de aplausos.
Estamos ante cofradías que hacen estación de penitencia. Y la hacen los nazarenos y penitentes, costaleros e incluso muchos de los músicos. Y aquí radica la gran perplejidad que me invade: ¿es normal que ante un acto de penitencia se aplauda? Yo cuando he salido de penitente jamás me han aplaudido, pero si lo hiciesen ni lo vería normal, ni me sentiría cómodo.
Y hoy sólo hablo de los aplausos, no estoy hablando de los absolutos atracones de pipas y chucherías mientras se ve pasar la cofradía, como si estuviese en el cine viendo la última de Bruce Willis, ni tampoco hablo de los silbidos de algunos cuando no avanza el transitar de nazarenos previo a cada paso, ni tampoco de las voces que quebrantan el silencio del paso de las hermandades más serios entre incesantes llamadas al silencio. Dejo de lado tantas y tantas cosas que los cofrades, o bien echamos de menos, o bien echamos de más. Hoy sólo hablo de los aplausos.
Y como no quiero ser solamente destructivo, aporto una propuesta. Existen multitud de artículos tipo “el decálogo de la bulla” y cosas por el estilo. Yo propongo que esas “cositas” que todos vemos, se trasladen a un folletito que misteriosamente apareciesen en los millares de programas de mano que todos llevamos para tratar de ubicar las cofradías por las calles de nuestras ciudades. Yo, por cierto aplaudo esta propuesta, aunque sea Semana Santa.
10 comentarios:
Después de hartarme de escuchar toda clase de memeces protestonas contra la religiosidad popular en España, y en particular en su parte sur, me inscribí como cofrade en el Silencio Blanco, hermandad a la que ha estado tradicionalmente muy ligada mi familia.
Desde la lejanía y a través de la revista y comunicaciones de la cofradía he confirmado mi sospecha que la denostada "religiosidad popular" tiene un serio fundamento en la oración y en la penitencia.
Las hermandades y las cofradías no son, como se nos quiere hacer ver en el resto de España, especie de clubs sociales que organizan festejos turísticos.
Por todo esto que digo me parece excelente tu propuesta del decálogo para seguir la Semana Santa. Lo de los aplausos a más de horterada está totalmente fuera de lugar.
Es lo que sucede cuando la tradición se despoja de su auténtico sentido y sentimiento (en este caso cristiano) y pasa a ser un mero expectáculo... de moda!
un abrazo
Tienes to la razón.
Seguro que hay muchos cofrades que viven convenientemente las procesiones penitenciales pero ha llegado un punto que es demasiado difícil hacer entrar en razón a todos aquellos que la ven como un mero espectáculo.
Lo de siempre, cuesta abajo es muy fácil pero una vez que tienes que subir, la cosa se complica.
La Semana Santa ha pasado a ser un mero espectaculo, en las calles ya no se ve devoción ni fe, sino mas bien un sentimiento de afinidad como de un equipo de futbol se tratara. El verdadero sentido de la S.S se ha perdido en el populismo y en corriente laica que nos invade, pero cada uno sabe lo que piensa y lo interesante es no dejarse llevar por esa corriente y vivir lo que uno siente.
Saludos...
No obstante, rompo una lanza a favor de los cofrades de verdad, que los hay y muchos que viven la Semana Santa con fervor religioso.
Dentro de las hermandades hay mucha gente que vive la Semana Santa como un período especial de oración y vivencias cristianas. Conozco testimonios preciosos de costaleros, penitentes y hermanos de Cofradías.
Hablaba de aplausos, pero bueno, no quiero que metamos a todos en un mismo cesto.
Yo comprendo los aplausos, sin exagerar, pero algunos me parecen bien, cuando alzan el paso, por ejemplo. También veo que hay procesiones serias y otras no tanto, con banda y sin banda, y momentos, al ir o al volver, con bulla o sin ella, en la carrera oficial o en el barrio, y me parece bien que haya variedad, para gusto de todos, como me parece bien procurar que la cosa no degenere.
Y sólo hablo de aplausos.
Pero contéstame a algo: ¿qué se aplaude? ¿El esfuerzo de los costaleros? ¿No habíamos quedado que van haciendo penitencia? Si es así, ¿qué sentido tiene aplaudir al penitente?
Iba a hablar de la Madrugá, que la disfruté en Sevilla. Magníficas sensaciones, alternando con decepciones tremendas por la gente que veía. Pero bueno, de todo tiene que haber.
Yo entiendo que aplauden -y aplaudo-, la honra que hacen al Cristo o a la Virgen cuando alzan el paso, y al objeto de esa honra. Al menos en Andalucía, necesitamos exteriorizar la emoción, y si puede ser, ruidosamente.
Los aplausos, al menos en Granada, son breves y contenidos. Por otro lado, en las procesiones serias, que las hay (como El Silencio o la de San Agustín), no se aplaude: la gente sabe estar, por lo general, a la altura de cada una.
Te doy toda la razón. Es un tanto indecoroso lo de los aplausos; no digamos lo de comer, etc. Son estos tiempos en que se concibe mucho como espectáculo.
Por cierto en una cofradía que conozco se dejó de contratar a los legionarios porque eclipsaban el paso de tanto numerito tipo majorette que resultaba hasta circense; no le digo nada cuando les acompañaba un borrego.
En fin; no voy a criticar como cada uno entiende la fe. Pero me creo que no es fe lo que mueve a más de un asistente.
Otra cosa que me disgusta es la carrera por lo ampuloso que protagonizan algunas cofradías. Se está cayendo de unos años acá en una carrera por la ostentación barroca que me resulta chocante.
Deberíamos, los andaluces, imitar un poco más la sobriedad de otros sitios.
Yo soy un amante de la semana santa, tanto de Cádiz como la sevillana que todos los años asisto aunque sea un solo dia.
Yo no soy muy amante a eso de aplaudir, es mas en sevilla las veces que he ido no he vistos excesivos aplausos, pero bueno tampoco conozco todo ni todos los dias.
Yo no soy de mucho aplaudir pero tengo dos excepciones. la primera cuando escucho la comparsa de Antonio Martín, o sea hablo de carnaval y las otras ocasiones que se me escapa es el lunes santo en la magdalena cuadno pasa el paso de misterio de la Hermandad de san Gonzalo. Son dos cosas que me pierden.
Saludos
Saludos
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