En mi blog "Los porqués de un católico", he escrito una entrada, que al ser de actualidad, reproduzco aquí.
El ayuno y la abstinencia forman el deber de los católicos de seguir ciertas normas en Cuaresma. El ayuno (sólo el Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo) supone reducir las comidas de ese día. Supone desayunar un poco menos, comer normal, cenar poco y no comer entre horas. La abstinencia supone no comer carne (ni derivados de ésta) ni el Miércoles de Ceniza ni los viernes de Cuaresma. Obligaciones para los mayores de 14 años (el ayuno para mayores de edad), y menos de 59 (los mayores de 59 ya no tienen que ayunar). No obliga, claro está, a los enfermos.
Ya desde el siglo IV se vienen practicando en Cuaresma distintas prácticas penitenciales, de modo que preparan el alma para la Semana Santa, cuando rememoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Eje central de nuestra fe.
Son, pues, pequeñas mortificaciones, mínimos sacrificios que debemos completar libremente cada uno: oración, más ayuno, … Lógicamente, todo tiene un sentido. No es un capricho que nos quiera “imponer” la Iglesia. Se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.
El ayuno tiene como fin introducir en la existencia del hombre no sólo el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir como "actitud consumística". No hace falta comentar ni explicar que nos encontramos en una sociedad consumista. Tal vez excesivamente consumista. Desprendernos este par de días al año es lo que le da un sentido al ayuno.
La abstinencia viene a ser algo parecido, pero tal vez en menor escala.
En realidad, la Iglesia quiere ser fiel al mandato del Señor, que indicó que “vendrán días en que les será arrebatado el esposo y entonces ayunarán”. Jesús responde así a quien le preguntaba por qué sus discípulos no ayunaban. Y es que en vida de Jesús, no lo hacían. Jesús dice que habrá tiempo en que lo hagan.
Ya desde el siglo IV se vienen practicando en Cuaresma distintas prácticas penitenciales, de modo que preparan el alma para la Semana Santa, cuando rememoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo. Eje central de nuestra fe.
Son, pues, pequeñas mortificaciones, mínimos sacrificios que debemos completar libremente cada uno: oración, más ayuno, … Lógicamente, todo tiene un sentido. No es un capricho que nos quiera “imponer” la Iglesia. Se trata de que todo nuestro ser (espíritu, alma y cuerpo) participe en un acto donde reconozca la necesidad de hacer obras con las que reparemos el daño ocasionado con nuestros pecados y para el bien de la Iglesia.
El ayuno tiene como fin introducir en la existencia del hombre no sólo el equilibrio necesario, sino también el desprendimiento de lo que se podría definir como "actitud consumística". No hace falta comentar ni explicar que nos encontramos en una sociedad consumista. Tal vez excesivamente consumista. Desprendernos este par de días al año es lo que le da un sentido al ayuno.
La abstinencia viene a ser algo parecido, pero tal vez en menor escala.
En realidad, la Iglesia quiere ser fiel al mandato del Señor, que indicó que “vendrán días en que les será arrebatado el esposo y entonces ayunarán”. Jesús responde así a quien le preguntaba por qué sus discípulos no ayunaban. Y es que en vida de Jesús, no lo hacían. Jesús dice que habrá tiempo en que lo hagan.
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