
Ayer se cumplieron 2 años. Nuestros dos primeros años de casados. 731 días de matrimonio (hay un año bisiesto), en los que día a día he ido descubriendo qué grande puede ser el amor, qué grande puede llegar a ser el compromiso sagrado que asumimos ante Dios hace ahora 2 años.
Es bonito, también, recordar ahora cómo fue ese día, cada detalle, cada momento. Aprovechamos para revisionar el video de la boda, y nos damos cuenta de qué gran momento, con cuántos detalles, vivimos ese 30 de junio. Fue un día que incluso el verano quiso dar una tregua, desde luego no hizo el calor que este año sí nos ha acompañado.
En dos años ha habido tiempo de casi todo lo que pueda surgir, malos, regulares y buenos momentos; entendimientos mejores y peores. Pero siempre un denominador común, comprensión.
Recuerdo que el sacerdote que nos casó, que también nos impartió los cursillos prematrimoniales, insistió en que basásemos el matrimonio en tres palabras: “por favor”, “gracias” y “perdón”. Respeto, agradecimiento y perdón.
Dar una dimensión sobrenatural al matrimonio es, sin duda, un elemento importantísimo en nuestro día a día. No es un contrato civil, es una unión indisoluble ante Dios. Fuimos los ministros del sacramento, dijimos “sí” como ministros, no como meros asistentes. Éramos los protagonistas, y seguimos siéndolo, de una historia inmejorable, de una historia que se me antoja cercana a la perfección. Al menos yo no imagino una vida mejor que la que llevo al lado de mi mujer, la que me da todo; en la salud y en la enfermedad, en la prosperidad y en la adversidad, en lo bueno y en lo malo; y me lo viene dando todos los días de su vida. Por supuesto, es mi meta dar lo mismo que recibo.
Han pasado dos años y todo lo que sentíamos ese día ha crecido, todo lo hemos ido cuidando con mimo para que ahora podamos presumir de un hogar lleno de amor, comprensión, y unión. Tal vez el próximo año podamos hablar de algo más… eso sólo Dios lo sabe.